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Reseña de ‘Efectos secundarios’ de AlcolirykoZ

Reseña de ‘Efectos secundarios’ de AlcolirykoZ

Reseña de ‘Efectos secundarios’ de AlcolirykoZ (2014)

Alejandro Sánchez

Reseña de ‘Efectos secundarios’ de AlcolirykoZ

Intro

El rap es un fenómeno poético, un acontecimiento estético, y la naturaleza oral de su registro permite entender la literatura de una manera más amplia. Así, la experiencia artística propuesta por Alcolirykoz puede remitir tanto a la tradición poética en su vertiente oral y musical o a una expresión extendida y diversificada de la poesía contemporánea. Al acercarme a la agrupación oriunda del barrio Aranjuez en Medellín, observo que sus canciones reflexionan sobre sí como práctica estética y producen conocimiento sobre la cotidianidad y las vivencias del barrio, creando una narrativa atravesada por las experiencias del territorio en el que se han creado. El grupo construye una “barriología” a través de su apuesta creativa y, a la par, configura un lado B de las narrativas oficiales, en tanto su tratamiento de temáticas presenta una visión cercana, cotidiana y profunda de diferentes problemáticas desde su lugar en el campo cultural. En ese sentido, el álbum Efectos secundarios (2014) presenta, sirviéndose de diferentes recursos, un compendio de piezas en las que se expresa una visión sobre el arte y los inicios de una mirada sociopolítica desde el ejercicio lírico.

Primer loop: nombrarse y edificar una poética

“Efectos secundarios”, puerta de entrada al álbum, aparece como una de carta de presentación, en la que, a través del humor, la agrupación inscribe el “yo poético” y se refiere a su intencionalidad creativa. Por ejemplo, al expresar: “Perdón, pero lo propio se distingue, mi grupo tiene un nombre bonito y morboso como CunninLynguists, no es inglés, es más bien machetero y sin ser grosero se escribe con cincel golpeando el cerebelo”, aluden a la estética propia y hacen referencia a una agrupación referente del Hip Hop, permitiéndoles, a la par, jugar con el lenguaje y, de paso, establecer la intención de causar un remezón con sus creaciones. Por otra parte, al enunciar: “Se pronuncia con actitud, está escrito con la horrografía de la exactitud, le dicen literaptura de barrio”, enmarcan su creación en los territorios de lo literario, cuestión que sugiere la relación cercana entre el acto musical y el escrito. Además de reforzar la relación con lo propio al incluir el barrio como un espacio narrado. Por ello, la agrupación termina exponiendo, mediante el deletreo, su nombre: “A-L-C-O-L-I-R-Y-K-O-Z”, retomando la fuerza del cincel mencionado en los primeros versos.

Lo mismo sucede en “Artes verbales”, que, atravesada por la intensificación de recursos como la rima, la aliteración y el calambur, sugiere el “arte poética” de la agrupación. En la primera parte, el verso “mi rap en la intimidad intimida, con samples, cajas y bombos soy Rafael Pombo versión suicida, esto es poesía kamikaze” reitera la claridad conceptual respecto al ejercicio combativo inherente al rap. En la segunda, uno de los versos finales “un, dos, tres, es por mí, por mí, yo soy mi manager” alude a la manera en que sin el apoyo de la industria la agrupación se mueve en el circuito cultural. Con ello, las creaciones aluden a un ejercicio de identificación que pretende ser extensivo en el medio artístico y, a su vez, enuncia una visión del arte en la que el barrio y la literatura serán claves para la apuesta artística de Alcolirykoz.

Segundo loop: la tiraera o el “espíritu deportivo”

“Que ya llegaron tus dolores de cabeza, a ver si con pastillas se te quita. Se ponen de colores cuando esta banda comienza, y nos gusta más oírlos cuando gritan” son los primeros versos de “La cantaleta”, estos caracterizan una de las dinámicas constitutivas del rap: la tiraera. A través de un lenguaje directo, frontal y combativo, se alude a una dinámica que se fundamenta en la habilidad para soltar punchlines como: “me mandan a la mierda y se enojan si no los llevo” o “yo soy el putas no lo niego, yo rapeo fácil o eso parece, no caigas en la trampa de alardear sin que yo empiece, luego dirás que no te dan lo que te mereces”. Así, la tiraera se configura como un mecanismo dual que, primero, requiere de una escucha atenta a lo que se produce en el medio (por las tensiones que se generan, las visiones enfrentadas sobre la creación, entre otras) y, segundo, la capacidad para responder a esos otros gestos creativos y sus apuestas, ya que en última instancia alimentan la creación propia.

En “Taxidermia”, la última tiraera del conjunto, plantea varios ejercicios interesantes. Primero, jocosamente, con el verso “si fuera por nombrar esto sería punk rap metal hardcore retroactivo” aluden a la intención de otros por definir en un solo concepto el rap como arte y, a la par, establecen la polisemia del mismo. Segundo, como en otras creaciones, usa referencias locales (“me muevo en burra por las calles de Aburrá”) para vehicular un mensaje. Tercero, en el verso “Solo hacemos esto pa’ evitar que pienses nada” se atañe a la capacidad de movilizar el pensamiento que tiene esta expresión artística. En pocas palabras, la tiraera termina representando un proceder confrontativo que dinamiza, tomando diferentes formas y eligiendo diferentes recursos, los diálogos tejidos alrededor del género, en tanto su capacidad dual de ser punto de llegada y de partida.

Tercer loop: fiesta, pachanga, foforro, rumba

 Después de una amanecida y a manera de escena poscréditos, “Antes del meridiano” introduce lo festivo en el álbum: “Que ¿qué horas son? Son las Soul AM y a estas horas vemos pasar gente como trenes, no se detienen, somos los reyes de los andenes”. Los poetas se encuentran observando un mundo que les ha permitido crear y disfrutar pese a las dificultades propias del oficio. También, mediante una especie de gratitud reflexiva, mencionan otras de sus influencias artísticas y reconocen el territorio como un espacio de amores y odios en el que pese a todo permanecen.

En el tema “El ritual” se ahonda en lo festivo, pero esta vez sitúa la experiencia de la fiesta en el barrio (“Acérquese, acérquese a la esquina, mangas o laderas, / a los clásicos bafles en mi acera” o “La única y original callecita estrecha, con propio barman, de aquí nadie nos echa”). Junto a la alusión directa al territorio específico en que se desenvuelve el festejo, la canción condensa una atmósfera en la que se desarrollan unas acciones que anteceden el jolgorio (“A kilómetros nos ven llegar y las chismosas / empiezan a rumorar millones de cosas, / la causa es que los Alcolirykoz ya están aquí / los hijos de Luz, esos que no dejan dormir”) y las que acontecen en el marco de la fiesta (“Ya retumba el Boom Bap, los vecinos se quejan, / la policía amenaza con poner el Rap tras las rejas” o “Bien pueda, pase, si quiere tómese el descaro, / hagamos pues la vaca pa’ comprarnos un guayabo”), ya sea para aludir a tensiones y dinámicas, pero, sobre todo, para destacar los elementos que constituyen la pachanga y la dibujan como un escenario complejo y mutable.

Cuarto loop: tonalidades políticas

En el tema “El imaginario”, a través del recurso de la sátira, se plantean situaciones como ir al médico, seguir las modas a través de una red social, los problemas de salud y la corrupción. La canción, en medio de su mordacidad (“Yo soy un Don nadie ¿no me recuerda? Yo soy el que siempre sueña diciéndole coma mierda” o “Moderna, qué bien, llegó tu turno, pregunto si en la vida habrá algo más absurdo, que tu perfil de Facebook, tus modas y tu mundo, una dosis de realidad y mueres en segundos”), termina burlándose de los avatares de la vida nacional y le da una mirada política a los problemas estructurales a los que los individuos se enfrentan diariamente.

En “El salón de la injusticia” se evidencia cómo la poesía cuestiona el poder. La agrupación retoma el humor para realizar una radiografía de las problemáticas nacionales, por ejemplo: “Mi país es un restaurante sin comedor, entre comillas innovador, si abren el menú dice róbalo. Por aquí no se vio la ley, se viola y se vio la constitución preñada y no sabe de quién, se sospecha del gran colombiano, por ser el mayor actor para cortometrajes de villanos”. Allí, el hambre, los vicios de la justicia y un político cuestionado por sus actos, son la expresión de una compleja realidad política que impregna lo literario. Al mismo tiempo, se observa cómo la poesía alimentada por la realidad abre un panorama crítico que permite ver la densidad de los problemas sociopolíticos que aquejan a una sociedad particular.

La composición “No hay flores en Venus”, desde una mirada crítica a la superficialidad en que se ha sumido la sociedad contemporánea, la agrupación deja entrever desde dónde se funda su observación sobre ciertos fenómenos. De ahí que se hagan evidentes, y puedan rastrearse, las relaciones con influencias claves para la agrupación y su gesto estético como la establecida con la literatura de Gonzalo Arango (“la muerte nunca se llevó a Gonzalo Arango, hoy vive en cada locura que escribe mi generación”) o las críticas sociales de Jaime Garzón (que aparecen como samples en algunas de las canciones). Esta creación aparece como un punto clave, pues permite distinguir la conexión entre las experiencias vitales e influencias artísticas durante el proceso creativo.

Quinto loop: sonidos y experiencias barriales

Mediante un collage de imágenes yuxtapuestas (por ejemplo: “Son vándalos por hacer el arte de la noche”, “así oscuro es mi regocijo interno” y “los grafitis manchan las paredes de verdades”) los poetas, en “La noche”, realizan un viaje a través de la oscuridad para construir una atmósfera en la que se dibujan los sucesos propios de ese momento del día y de algunas actividades propias del rap, estableciendo una relación directa entre esta y el poeta.

En Anestesia local I & II, dos canciones conectadas y que extienden el hilo narrativo sobre un par de sucesos que han marcado el recorrido de la agrupación, pueden detallarse matices diferentes. Es decir, en cada una acontece un hecho diferente, como si fuesen postales. La primera, en un tono alegre, celebra la vida: “los que vivimos cumplimos años a diario, estamos de aniversario”, mientras que la segunda ahonda, en una tonalidad opuesta, profundizada por el sarcasmo (“mi seguridad social la llaman R.A.P, jamás me podrás matar yo vivo en tu mp3”), en la “inmortalidad” que les procura su arte.

La última producción del álbum (“Otra canción larga”), con un amplio listado de posibles interpretaciones, transita: la “sabiduría popular” (“Dicen que uno sabe que está envejeciendo cuando la felicidad lo pone nostálgico (es verdad). Mi abuelo decía: “Vivir tantos años también es ver morir a muchos, ahí le dejo esa inquietud muchacho”), experiencias vitales ligadas a la dificultad de elegir el arte en una época donde lo común fue elegir la violencia (“Contando con los dedos cuántos días nos quedaban en esta carrera de relevos, donde había que elegir eras pillo o el rapero vago y yo ¿adivina cuál de las dos escogí? Mi lápiz disparaba, las pistolas escribían, yo vivía en mi cuaderno, afuera se morían”), la pérdida (“Recuerdo cuando un amigo me dijo que sintió al matar, no creo que sea peor de lo que sentí al no verlo más”) y la alegría de consolidar una apuesta estética que recorre el barrio y sus complejidades humanas (“Al saber que estas calles me roban la soledad, sola llegó mi compañía y sé que volverá a pasar, cual pesar mi dignidad llegó sin fecha vencida, pues en estos días el niño del que te hablo sonríe todavía”).

Outro 

En el caso de mi experiencia con Efectos secundarios, escuché las canciones una tras otra, para luego volver incontables veces sobre ellas, sobre ciertos versos, guiado por una atracción sonora y por los golpes líricos a medida que se reproducía el disco. El álbum es diverso temáticamente, recorre el barrio y las interacciones que en él se desenvuelven y se desprenden, ya sea a nivel individual, con su visión del arte, o colectivo, con su mirada sociopolítica, a través de un lenguaje coloquial. En él, Alcolirykoz, mediante su quehacer poético, no pierde la oportunidad de enfatizar la dinámica competitiva en el ámbito del rap y, a la par, se anima a pintar un panorama que sugiere lecturas cercanas y complejas de fenómenos socioculturales, expandiendo los límites de lo musical (al construir su lugar en el campo cultural, usar el lenguaje popular y ofrecer una imagen del barrio) y lo poético (al edificar un poemario en el que lo textual no descarta los relatos virtuales que lo lírico estimula). Con ello, la agrupación plantea una serie de supuestos que el lector debe cubrir, siendo esa la manera en que el rap interpela a quien lo escucha y crea una experiencia dual que como ellos expresan es “imposible de resumir”.

Recomendado para quienes creen que el rap también es poesía.