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“El momento en que se escapa la verdad por las rendijas”

“El momento en que se escapa la verdad por las rendijas”

Reseña de La cobardía, de Víctor Angulo (Sr. Scott, 2022)

Guillermo Molina Morales

“El momento en que se escapa la verdad por las rendijas”

¿De qué verdad hablamos cuando hablamos de la verdad de la vida? A esta pregunta, tan general, se enfrenta La cobardía (Sr. Scott, 2022), quinto poemario del español Víctor Angulo (Soria, 1978). Este libro, acaso el mejor de Angulo, continúa la poética de los títulos anteriores (sobre todo, Street View, 2019), que se caracteriza por la oscilación entre dos polos en conflicto: por un lado, la contemplación de la naturaleza, por la que se obtiene el vislumbre de una sabiduría de lo permanente (a la manera de otro poeta soriano, Fermín Herrero); por otro lado, la vivencia frenética en el mundo urbano (y, en particular, en las zonas periféricas, como los polígonos industriales), caracterizado por el consumismo, por la inmediatez y, también, por un profundo hastío. Este hastío se vuelve más notable por cuanto la actitud del sujeto no es derrotista de inicio, sino que se acerca muchas veces al canto “whitmaniano” (o “vilano”, por el también español Manuel Vilas).

El polo más cercano a la contemplación de la naturaleza está desarrollado, en este libro, por el último de los tres capítulos: “Dejarse llevar”. Aquí hay poemas directamente reflexivos, como “Pórtico de primavera” y “Tomillo”; y también otros que parten de la experiencia particular para elevar un lamento elegíaco, como “Energía renovada” y “Fotos de grupo”. Este capítulo tiene como tema principal el paso del tiempo, ese gran elemento que nos lleva, y ante el que solo podemos dejarnos llevar. El tiempo, en la naturaleza, avanza en ciclos de eterno retorno, pero en el ser humano individual existe la percepción de la pérdida. De hecho, la perspectiva de La cobardía está claramente determinada por la mediana edad (e incluso por su respectiva crisis).

El capítulo segundo, “Solo será un momento”, supone un punto intermedio entre los dos polos por los que se mueve el poeta. El paso del tiempo tiene también una gran importancia, pero ahora está más centrado en las circunstancias concretas del amor en la ya mencionada crisis de la mediana edad. En estos diez poemas, hay una suerte de trayecto emocional que comienza con la excitación de “Un fin de semana sin parar”, transita por una “Segunda oportunidad” para el matrimonio y termina en “La cobardía”. Esta cobardía, que da título al conjunto del libro, se refiere a la aceptación de la mediocridad. En este contexto, “la clara luz que se cuela por las rendijas / de la costumbre” importa menos que la propia costumbre, que esa “estrecha sombra que se extiende por sus cuerpos / de forma inevitable, silenciosa y cierta” (p. 46). Se trata, sin duda, de una reflexión honesta, donde la ironía no impide profundizar en la búsqueda personal de un sentido, aunque sea un sentido cobarde.  

La cobardía se ubica de manera determinante en el contraste, en el equilibrio inestable, entre el mundo natural y el de las urbes actuales. Este segundo polo es más visible en el capítulo primero, “Round around”, que también es el más cercano al tono “whitmaniano”. Encontramos en estos poemas un poeta “flâneur” que deambula por urbanizaciones a las afueras de las ciudades, centros comerciales y polígonos industriales. Leamos, como ejemplo, el comienzo de “Oportunidad”:

      “Tú que conoces bien el orden y las ciudades,
       la inclinación que conduce a lo incierto,
       a veces a lo improbable, 
       no me puedo creer que hayas tomado la rotonda
       que hay a la altura del Leroy Merlin
       y no te hayas fijado en las naves que se alquilan” (p. 17).

Inicia así una enumeración de los templos de la sociedad contemporánea: hipermercados, concesionarios, gasolineras, restaurantes de McDonald´s, discotecas “after-hour”, almacenes de paquetería rápida, etc. De estos lugares, de su frenético ritmo, se desprende una energía con la que busca llenarse el sujeto poético:

       “Perdona,
        pero todo lo que ves aquí sucede allí
        y el amor (industrial, por supuesto)
        es lo más parecido a la vida cuando están las máquinas
        en pleno funcionamiento y por tu cuerpo fluye
        la satisfacción como en un circuito de sensaciones” (p. 18).

Ese circuito y esa velocidad son, por supuesto, los de la producción y el consumo capitalistas (“No van a conformarse con menos”, reza otro poema). Y es aquí donde el protagonista y su amada buscarán “una última oportunidad” para la felicidad. Lo único que lograrán, sin embargo, es vislumbrar “el momento en que se escapa la verdad por las rendijas” (las mismas “rendijas de la costumbre” por las que se escapaba la “clara luz” en un poema que citamos más arriba). 

Esta “verdad”, esta “clara luz”, se puede asociar a los “sueños” del poema titulado “Sueños no”. En esta pieza, se contraponen las aspiraciones más profundas del ser humano con lo que le ofrece la sociedad de consumo:

       “Sueños no: beneficios a corto plazo 
        y a ser posible ya, cuanto antes (…).
        Sueños no: largas paredes de plasma
        anunciando a cada instante la felicidad y el lujo,
        vendiéndonos una existencia cómoda, única, 
        llena de ventajas y facilidades;
        repletas de electrodomésticos inteligentes
        porque a la larga son iguales
        los días que los gestos” (p. 16).

La vida como simulacro de la vida. Aquí, se extrema la sátira contra el modo de vida del consumismo inmediato. En este sentido, los poemas sobrevuelan la superficialidad del presente. No serían piezas logradas, sin embargo, si se quedaran en una mera denuncia maniquea. Lo más interesante del libro es cómo se inserta en este escenario un sujeto poético que honestamente busca su lugar. Un sujeto que, lo hemos visto, acabará aceptando la cobardía, el mundo mediocre que tiene a la mano, porque no se considera capaz de algo más que “15 intensos minutos / sin cortes publicitarios ni interrupción” (p. 21).

Al fin de cuentas, incluso las personas inconformes con el sistema capitalista son parte de ese sistema: desean, aman y se aburren según las lógicas preestablecidas. Si dejamos de lado el improbable regreso a la naturaleza, no parece avizorarse una alternativa de fondo. Por eso, el poema “Ferretería La Llave”, sobre el cierre de un comercio tradicional, no se limita a criticar la gentrificación de las ciudades por el turismo, o la velocidad del consumo, sino que muestra cómo el sujeto sigue las mismas pautas: “La vida consumida con antelación. / Los planes que por lo visto se han quedado guardados / en mi historial de consultas” (p. 24). Insistimos: el sujeto no se sitúa sobre, contra o bajo el yugo del sistema. El sujeto es el sistema. Somos el sistema.

En conclusión, La cobardía resulta un libro muy interesante para reflexionar sobre los tipos de verdades con los que nos enfrentamos en la vida cotidiana. Por un lado, las verdades del mundo natural, como el paso del tiempo, frente a las verdades del capitalismo que nos constituye. Por otro lado, las pequeñas verdades cotidianas, que representa el título La cobardía, frente a la “Verdad” que se alcanza a insinuarse y se esconde bajo las rendijas. Acaso es la poesía, o esta poesía, una de las mejores formas de enfrentarnos a estas tensiones en continuo movimiento.