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Carencia y vísceras

Carencia y vísceras

Reseña de 'Dios también es una perra' (Cajón de sastre, 2018), de María Paz Guerrero

Juan Sebastián Ríos & Santiago Erazo

Carencia y vísceras

En inglés, la palabra “Dios” (God) y la palabra “perro” (dog) tienen una relación particular: juntas se convierten en espejos. God-doG, anagramas mutuos, ambas palabras parecerían decir que todo perro es un dios o que todo dios es un perro. Quizá quepa pensar, en lugar de un dios-perro, en una perra-dios, la misma que se marcha bajo los senos de tierra y agua helada de la espantosa tierra en el Pesa-nervios de Antonin Artaud. Dios también es una perra es el primer libro de María Paz Guerrero (Bogotá, 1982) y la declaración de principios de una poética que procura alejarse de los parámetros usuales de la poesía colombiana.

Es importante el diálogo que nos plantea la caracterización animal de la abstracción última, de la divinidad. Este diálogo entre lo abstracto y lo concreto toma como avatar una tensión entre pensamiento y cuerpo que se desarrolla a lo largo del poemario y que tiene como colofón el último par de versos: “uno es su idea y lo que su cuerpo alcanza a darle / uno es la medida de su cuerpo” (p.44). María Paz Guerrero nos dice que “las ideas son huevos / prestos / a / caer” (p.29) y, en un poema posterior, que hay 120 huevos desparramados en el piso. Frágiles ante las contingencias del cuerpo, las ideas pueden convertirse en un mazacote de cáscaras, yemas y polvo cuando el cuerpo apremia. Las ideas parecen solo ser posibles en la medida en que el cuerpo permite; este es, como cualquier polo de tensión, posibilidad y límite. En estos poemas el cuerpo no se aborda desde su concepción ordinaria: es un cuerpo-perra, visceral, animalizado, despojado de cualquier pretendida idealización. Es el cuerpo que se vive y se habita, que se sufre individual y socialmente.

La metáfora de Dios lleva esta tensión al extremo. Cuando se le da un cuerpo, la potencia creadora absoluta, divina, se convierte en algo patético y contingente, pero que adquiere materialidad. Sin el cuerpo, esta materialidad cristalizada en el poema sería imposible. Sin embargo, el creador cuestiona el cuerpo que habita, pues éste, paradójicamente, limita sus aspiraciones: hace posibles las ideas, pero estas son ideas parciales, capadas. Las ideas de un dios sin cuerpo son objetos perfectos que lo encarnan, son puro acto; Dios dice “hágase la luz” y la luz se hace. Mientras tanto, las ideas de un dios-perra, de un dios corpóreo, son objetos frágiles, pura potencia. María Paz Guerrero intenta explotar esta potencia a lo largo del poemario. Es en el desarrollo de esta tensión y sus matices individuales y sociales donde este poemario brilla con mayor intensidad. 

Dios también es una perra emplea recursos inusuales en la lírica de nuestro país, como la risa frente a lo sublime o la reflexión metapoética. La figura de Dios se convierte en un pivote que permite el contraste y la sátira. Sabemos que estamos hechos a su imagen y semejanza y, sin embargo, no poseemos sus inconmensurables virtudes. Somos creadores impotentes. Esta diferencia hace posible una sátira en la que dios-perra aparece como un personaje a medio camino entre el retrato fidedigno de nuestra impotencia y la figura hiperbólica y sublime del Creador. Esta sátira es construida con un lenguaje sencillo que esboza imágenes concretas y reinterpreta temas y modos líricos, como la reflexión sobre la escritura y el enfrentamiento del yo creador con el mundo. La voz que problematiza la experiencia de ser poeta, de ser latinoamericana y de ser mujer es verosímil. Su ironía es aguda, corrosiva, crítica de la labor del poeta esnob, del estado actual de la poesía y de las dinámicas neocolonialistas de la industria cultural. El poeta suramericano, lleno de expectativa, anhela emigrar y ser cosmopolita; el mercado editorial internacional, por su parte, le notifica su marginalidad:

       dios imagina que coge un avión
       para tratar de ser menos carente
       e ir a Nueva York
       por fin
       porque dios no se ha formado en el imperio
       por eso es anacrónico
       porque no habla inglés (p.10)

La perra-dios se enfrenta al desfase constante entre el ideal y la realidad: tiene unos ideales y no puede ser coherente con ellos porque su realidad no lo permite. Así, al ideal del poeta que desea crear libremente y forjar una voz propia se oponen las dinámicas mercantilistas y hegemónicas de la industria cultural; a su deseo de ser vegano se oponen las ganas de un bifé de chorizo; a su deseo de ser cosmopolita, la realidad de ser latinoamericano, anacrónico y marginal. En ese sentido, el deseo choca con la naturaleza problemática de los objetos que pueden saciar este deseo. Por eso el eje de dios es siempre la carencia: el deseo insatisfecho. El eje paralelo es la culpa: culpa frente a la impotencia para ser coherente con esos ideales, culpa frente al deseo.

Estas tensiones hacen de este dios el más humano posible. Siempre en conflicto con sí mismo, el deseo y la culpa lo llevan a breves intervalos de conciencia social en los que la ironía es evidente. Dios se sabe privilegiado y, sin embargo, se fascina y se identifica con los pobres pues ellos son “la carencia hecha persona” (p.9). El gesto irónico hace posible una voz poética agudamente consciente de sí misma, de sus incoherencias y sus carencias. No obstante, cuando esta voz abruptamente diserta sobre temas que se salen de su esfera, como la violencia en el campo o la ganadería extensiva, la ironía se desdibuja y estos tramos se hacen desconcertantes y ajenos a la estructura del poemario.

En la segunda parte del libro se hace mucho más énfasis en el cuerpo y en lo concreto. Existe en estos poemas un devenir animal que recuerda a la obra de la poeta uruguaya Marosa di Giorgio, donde hay una otredad que se incorpora a través de una materialidad salvaje. La perra parece simbolizar una potencialidad secreta que toda mujer alberga y que la sociedad patriarcal reprueba y desea en igual medida, un indicio de la animalidad que otrora las ha habitado. Como esas muelas cordales que aún conservamos, vestigios de nuestro pasado salvaje: 

       quitarse la ropa
       caminar en cuatro patas
       rodar por el pasto
       enrollarse en la arena que pica
       ir al mar para lavarse los ojos
       dejar que las tetas 
       cuelguen 
       en el aire (p.25)

Así, surge una animalidad que a través del uso estratégico de palabras coloquiales resalta su crudeza. Sin embargo, a pesar de estos momentos potentes y viscerales, la segunda parte del poemario es inconsistente. Son varios los poemas que no logran explotar del mismo modo las tensiones que atraviesan el resto del libro y que no parecen estar bien articulados a una unidad, como “vuelan moscas de tierra caliente...” (p.29) o “o camina el barrio sin plegaria…” (p.39). Con todo, esta segunda parte nos ofrece momentos valiosos de exploración formal en los que la voz poética se diluye en el flujo de conciencia y el ruido de ambiente de un espacio concreto, como en el poema “entramos al bus no cogimos puesto...” (p.40). Su estructura recuerda al famoso poema “Taberna” de Roque Dalton, en el que el lenguaje funciona como una antena para interceptar diferentes voces y registros recogidos en un bar popular.

En definitiva, este poemario de María Paz Guerrero es un aporte valioso y original a la poesía contemporánea. Existe en él una visión íntima y verosímil, agudamente irónica, de la impotencia y las contradicciones del sujeto frente a ideales como la consciencia social o el proceso creativo. Esto es particularmente evidente en el poema que le da título al libro, en el que estas dinámicas se articulan alrededor de la tensión entre pensamiento y corporalidad. Sin embargo, esta voz se mezcla con otras, que se sienten impostadas, en la segunda parte del poemario. Estos otros sujetos poéticos no se articulan bien con las tensiones fundamentales del libro y dan la sensación de obedecer más a un imperativo moral que a la construcción poética. De todas formas, existe en este poemario una forma original y profunda de desarrollar una tensión creativa y existencial (para una poeta, quizá la misma cosa) que muchos de sus  lectores encontrarán cercana.

Recomendado para quienes cayeron en cuenta de que tienen un animal interior